Inflados de exigencias, vacíos de apoyo
- Camilo Monsalve
- 30 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 31 jul
“Un globo revienta por exceso de aire. Un cuidador, por exceso de responsabilidades”

Imagina un globo nuevo, flexible y listo para ser inflado. Cada soplo de aire representa una responsabilidad, una tarea o una exigencia que se le añade al cuidador.
Al principio, el globo (el cuidador) puede manejar el aire (las responsabilidades) sin problemas. Se expande, se adapta y cumple su función. Hay espacio para más aire, para más tareas, para más demandas.
Pero a medida que se sigue inflando el globo, la presión interna aumenta. Las paredes se estiran, se vuelven más delgadas y tensas. Cada soplo adicional lo acerca más a su límite. En esta etapa, el cuidador puede empezar a sentirse estresado, cansado, con menos paciencia y con dificultades para manejar nuevas situaciones. Las "paredes" de su resistencia se están adelgazando.
Si se sigue añadiendo aire sin cesar, el globo llega a un punto crítico. Las paredes ya no pueden estirarse más. La presión es insostenible. En este momento, el globo está a punto de estallar. De la misma manera, el cuidador llega a un punto de agotamiento extremo, donde ya no puede absorber más responsabilidades ni exigencias. Se siente abrumado, sobrepasado y al límite de sus fuerzas.
Finalmente, si se le da un último soplo, el globo ¡estalla! Se desgarra en pedazos, perdiendo su forma y su función. No hay vuelta atrás. Esto es comparable al colapso físico y emocional del cuidador.
Así como un globo necesita un límite de aire para no estallar, un cuidador necesita límites claros, descanso, apoyo y tiempo para sí mismo para evitar el agotamiento. Reconocer las señales de que el "globo" se está llenando demasiado es crucial para evitar que estalle y para poder seguir cuidando de manera sostenible y saludable.